Por Gabriel Anaya
Hola queridos lectores
Pasó el día del niño, el día de la Madre, el día del Maestro, el día del Padre y seguirán pasando días en que se celebra algo.
Indudablemente, las celebraciones son necesarias, el día del santo, el día del cumpleaños, el aniversario de bodas o cualquier otro día que nos recuerde algo importante.
Ahora reflexionemos, todos los días son días de celebrar, primero que nada que seguimos vivos, seguimos en este planeta tierra en el que nos tocó vivir, respiramos, vemos la luz del día, el increíble sol que además nos da calor, escuchamos el cantar de los pajaritos y también los ruidos de la naturaleza, el viento a veces quieto, a veces suave, a veces más violento, la lluvia, el movimiento de los árboles con todos sus hermosos colores que cambian en las diferentes épocas del año, hemos dormido y
descansado de los deberes propios de la vida, tenemos alimento y agua, a veces suficiente, a veces escaso, pero nos mantiene con vida y con ganas de seguir echándole ganas a la actividad diaria y podemos seguir así todo el día viendo y disfrutando todo lo que tenemos.
El Día del niño: debe ser todos los días, si no tenemos niños en casa, recordar que alguna vez fuimos niños y que todavía tenemos un niño en nuestro corazón, al que yo disfruto todavía a mis 84 años, por lo tanto, debemos disfrutar los 365 días, ayudarlos, chiquearlos y hacerlos felices, no solo con regalos o juguetes, sino con todo el cariño y la educación que podamos, respeto, orden, limpieza, decencia y honradez.
Igual con la mamá, es nuestra madre todos los días, no nada más el 10 de mayo, ella nos ha dado todo lo que tenemos y lo que somos y no nos reclama nada, recordemos que la mujer es la co-creadora, todos descendemos de una mujer, por eso todas merecen respeto, admiración agradecimiento e igualdad de género, agradecer principalmente a nuestra madre del cielo.
Lo mismo con los maestros, los papás, los hermanos, los amigos, los abuelos, en fin todos los que nos rodean y a diario nos ayudan a ser mejores personas, mejores miembros de la sociedad y mejores ciudadanos.
Por eso siempre debemos estar contentos, sonreír, saludar, ayudar y compartir nuestra alegría y felicidad.
Les platico un pequeño cuento que escuche en la vida, no sé quién es el autor y no pretendo robar derechos de autor y si lo hago no es intencional: Una persona sufrió un desmayo en la calle, pronto lo llevaron a un hospital, le pusieron oxígeno para reanimarlo y cuando lo dieron de alta pidió la cuenta del servicio, al verla lloró, la enfermera preguntó -«¿por qué llora?, ¿se le hace muy caro?», la persona contestó- “No, lloro porque he tenido oxígeno gratis toda mi vida y no le he dado gracias a Dios”.
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