¿Recuerdas la primera vez que escuchaste a tu bebé llorar? Vaya dualidad, el momento que te hizo sentir tan feliz y a la vez tan vulnerable. El momento donde encontraste el amor incondicional hacia alguien más pero perdiste el amor hacia ti. Ahora este es tu cuerpo, ahora el peso cae en ti, ahora eres un modelo a seguir, ahora tu bebé depende de ti física y emocionalmente, ahora tus necesidades van después, ahora te toca estar cansada… Y está bien, porque no se le llama sacrificio si lo haces con amor. Porque lo volverías a hacer mil veces para ver a tu bebé en tus brazos. Porque las noches de desvelo pasarán más rápido de lo que crees.
Sin embargo, un día despertaste, te viste al espejo y no reconociste a quien estaba en f rente. Quizá empezaste a dudar de ti en el momento en que criticaban tu maternidad. Quizá empezaste a sentirte incómoda en tu piel cuando criticabas las cicatrices que quedaron en tu cuerpo. Quizá olvidaste hablarte a ti misma tan bonito como le hablas a tu bebé. Quizá tantos días en pants y chongo hicieron que te olvidaras de quién hay detrás.
Y ahí está lo hermoso de la maternidad, nos da la oportunidad, no de reencontrarnos, sino de reconstruirnos. De agarrar los pedacitos que sentimos que se rompieron, de ponerlos uno por uno; tomar lo que te sirve y soltar lo que no para hacer espacio a una nueva y mejor versión tuya. Una versión enfocada a ser mejor mujer para poder ser mejor mamá. Recuerda que lo difícil no es cuidar de tus hijos, es cuidar de ti mientras cuidas a tus hijos. Y cuando sientas que ya no puedes más, no te asustes, no te estás rompiendo. Te estás transformando.
Y es que al final de cuentas, la oruga no necesita un milagro para poder volar. Solo necesita respetar su proceso. Tal vez hoy te sientes perdida, tal vez hoy estás agotada, tal vez hoy pusiste tus sueños en pausa, tal vez hoy olvidaste quién eres. Eres mamá, por supuesto. Y no cualquier mamá, eres una increíble mamá. Pero eres más que eso. Y ojalá un día puedas darte cuenta de lo mucho que vales, del gran trabajo que estás haciendo, de lo increíble mamá y mujer que eres. Ojalá un día puedas amarte a solas, puedas ver tus cicatrices y honrarlas pues son las marcas de guerra y por las que hoy tienes a tu bebé en brazos.
Espero que te enamores de ti y te reconstruyas de tal manera que tu amor propio siempre sea más grande que tus miedos y más poderoso que tus heridas. Nunca dudes del gran trabajo que estás haciendo, como mujer y sobre todo, como madre. Y sobre todo, recuerda que hoy no es para siempre.
Por: @maha.ssenn