La máxima fiesta oaxaqueña
Escrito por: María de Esesarte Ranz
Es difícil pensar en un lugar de México en el que la cultura y las tradiciones se vivan tan intensamente como en Oaxaca. A sus calles nunca les falta música, colores, bailes y calendas, sobre todo durante el mes de julio cuando llega su máxima fiesta, la Guelaguetza, que como su nombre lo dice, es una ofrenda, un regalo, un verdadero deleite para los sentidos. Y aunque la palabra hace referencia a este obsequio u ofrenda que se hacía a través de bailes a los dioses zapotecas de la agricultura, también tiene un significado de “cooperar”, de compartir, como una actitud humana con la que se nace y que invita a cultivar el amor al prójimo. Compartir la vida, la naturaleza, el amor, la unión, las costumbres y tradiciones; compartir lo que nos hace únicos, ese es el verdadero significado de la Guelagueza.
Durante el mes de julio se celebran todo tipo de eventos artísticos y culturales en Oaxaca, como convites, desfiles de delegaciones, espectáculos de leyendas, música, danza, presentaciones gastronómicas como la feria del mezcal, el festival del Tejate y mucho más, para culminar con la Guelaguetza, también conocida como la fiesta de los “lunes del cerro” porque se celebra en el Auditorio Guelaguetza, ubicado en el Cerro del Fortín. representa el festival étnico y cultural más importante de Oaxaca, de los más importantes del país e incluso de las mayores fiestas folklóricas del continente americano. Se celebra los dos lunes siguientes al 16 de julio, y atrae a gente de todo el mundo. Días antes se realiza el desfile de delegaciones por las calles del centro de la ciudad, en el que participan todas las delegaciones de Oaxaca. Creo que ninguna fotografía le hace justicia a lo que los ojos ven durante ese recorrido. Las canastas que cargan las Chinas Oaxaqueñas, con fuegos artificiales que se prenden y van sacando chispas al ritmo del movimiento de sus faldas, los penachos gigantes de los hombres que bailan la Danza de la pluma, los vestidos de las mujeres del Istmo de Tehuantepec con tanto detalle, finura y perfección… absolutamente todos los bailes tienen una magia que es difícil de captar en fotos o plasmar en un texto.
La vivacidad que caracteriza a esta fiesta es un espectáculo digno de presenciar. En él convergen los bailes y tradiciones propios de cada una de las ocho regiones del estado: los Valles Centrales, el Istmo, la Costa, Cañada, Tuxtepec, la Mixteca, la Sierra Norte y Sierra Sur. Entre esos bailes se encuentra la Danza de la pluma, la Flor de piña, que, sin excepciones, le provoca piel chinita a todos los espectadores, el Jarabe mixteco cantado con los sombreros de todo el público moviéndose al aire, los Sones mazatecos, la Sandunga… y cuando gritan que ¡Ya llegaron los de Ejutla!”, es porque se verán faldas de colores moverse por todo el escenario y luego una serie de cantos acompañados de albures que tendrán riendo a todo el público. Al finalizar cada baile, los bailarines arrojan dulces, comida y regalos típicos de su región, como ofrenda a los espectadores.
Vale la pena vivir al menos una vez en la vida la experiencia de una Guelaguetza. Es realmente emocionante sentir esa vibra de felicidad y unidad, de ver a personas festejar juntas sin importar la edad, origen étnico ni clase social.
Da orgullo ser oaxaqueña y vivir en un país en el que estas tradiciones se celebren con tanto fervor, pues demuestran la magia de nuestra gente y el inmenso valor cultural que nos representa.
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