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Gustavo de Leon Zendejas
Ingeniero civil en Dallas y dibujante
+ Política antidrogas
De todos aquellos lazos que compartimos con nuestro vecino al norte, el que hoy día más sobresale para los dos países es el de la política de las drogas. la situación como la conocemos hoy no es necesariamente un problema orgánico que surge de una decadencia moral en nuestras sociedades, si no uno que ha surgido de las decisiones diseñadas y ejecutadas por los líderes en todos los niveles de gobierno. Por décadas, las leyes han declarado ilegales el consumo, transporte y posesión de ciertas drogas psicoactivas con el propósito de disminuir su difusión entre la sociedad. sin embargo, estas leyes de línea dura que surgen de la llamada ‘guerra contra las drogas’ de Richard Nixon han sido un completo fracaso en su capacidad de disminuir el uso y el contrabando de las drogas al contrario, han desatado una cadena de consecuencias negativas que son discutiblemente peores que las de permitir acceso a estas sustancias psicoactivas. Para el mexicano, la demanda por el producto ilícito creó una oportunidad de ganancias extraordinarias para aquellos dispuestos a arriesgar todo por ello. En un país donde muchos tienen tan poco, no faltan aquellos que están dispuestos a arriesgar sus migajas por la oportunidad de ganar en pocos años lo que en sus vidas habrían juntando con una remuneración normal. Del otro lado, en Estados Unidos, la política de criminalizar las drogas igualmente ha resultado en disturbios sociales, aunque de una manera solo un poco más sutil que la nuestra. Estadísticamente, la gente de bajos recursos en Eu tiende a usar más de estas drogas, y por ninguna coin- cidencia estas personas tienden a también ser miembros de una minoría racial. Con pena de cárcel por delitos tan menores como la posesión de una sustancia controlada, esto inevitablemente lleva a una cantidad desproporcionada de minorías encarceladas. Este encarcelamiento en turno produce un alto número de reincidencia entre aquellos que cumplen su sentencia y salen, ya que las mismas leyes complican la vida de aquellos que han sido encontrados culpables de un delito relacionado a las drogas. Como en México, existe un ciclo vicioso que cada vez resulta más duro de irrumpir conforme avanzan las condiciones sociales que crean estos delincuentes verdaderamente amenazadores. En ambos casos, la crisis de las drogas no puede haber resultado tan grave sin el componente económico; en efecto, el problema no surge por el uso, surge por las condiciones artificiales que nuestros líderes han fabricado alrededor de ellas. Después de todo, el consumo de estas sustancias ha existido por miles de años. Quizá ya sea hora de que como sociedad veamos este problema de otro ángulo uno que tome en cuenta las condiciones que nuestros gobiernos han creado y el factor humano detrás de las decisiones desesperadas que nos llevan a la violencia. «